lunes, 18 de enero de 2021

Lecturas imprescindibles para tiempos de pandemia

 Hoy traigo a este espacio algunos fragmentos de un titulo que considero imprescindible y tristemente oportuno. Se trata del Diario del año de la peste de Daniel Dafoe, que mi gran amigo Tomás me pasó y cuya lectura recomiendo encarecidamente...

Se hicieron algunos intentos para suprimir la impresión de libros que aterrorizaran al pueblo, y para asustar a sus difusores, algunos de los cuales fueron prendidos. Pero estos intentos no fueron llevados hasta la última instancia porque, el Gobierno se mostraba renuente a exasperar a la gente, que ya estaba bastante fuera de sí…


Un mal siempre trae otro. Esos terrores y aprensiones condujeron a la gente a mil actos débiles, tontos  y perversos, que en realidad no deseaban, pero hacia los que eran impulsados por una clase de individuos verdaderamente malvados: corrían hacia los decidores de fortuna, charlatanes y astrólogos, para que les pronosticaran su destino mediante horóscopos y cosas parecidas. Esta tontería pronto hizo que en la ciudad pululara una perversa generación de presuntos practicantes de magia. Este comercio creció enormemente en aquellos días…

Los clérigos y predicadores de distintas clases, serios e inteligentes -hay que hacerles justicia- se pronunciaron contra estas y otras prácticas malvadas  y la gente más cuerda y sensata las despreció y aborreció. Pero resultó imposible iluminar a la gente ordinaria y a la clase laboriosa y pobre: su pasión predominante era el miedo, y despilfarraban con desaprensión el dinero en esas extravagancias…

Además, la misma Corte, que entonces era alegre y fastuosa, adoptó cierto aire de interés ante el peligro. Se prohibió la peste en escena de todas las obras y entremeses que, al estilo de la corte francesa, habían empezado a extenderse entre nosotros; fueron cerradas y suprimidas las casas de juego, salas de baile y casas de música que se estaban multiplicando y comenzaban a corromper las costumbres; y los payasos, bufones, títeres, volatines y los números similares que habían embrujado al público ordinario cerraron sus tiendas y locales, en las que ya no había movimiento alguno, porque otras ideas agitaban las mentes, y una suerte de tristeza y horror ante esas ideas se instaló hasta en los semblantes de la gente común. Ante sus ojos estaba la muerte, y todos comenzaron a pensar en sus tumbas, no en regocijo ni diversiones…


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