Cuando llega el ocaso y la tarde toca su fin
comienza el espectáculo de luces y sombras sobre las paredes de la habitación.
Frente a un arrinconado escritorio, un figura languidece en la penumbra
únicamente iluminada su faz por los destellos de una pantalla.
Maldita computadora que me observa inexpresiva,
fría, aséptica; silenciosa tras el gélido cristal de su mirada...
Cuantas horas rezando frente a tu altar,
cuanta liturgia te rodea, en el día a día de los seres que respiran...
Hipnótico hechizo tu fulgor desprende
Y llega a mis cansados y vidriosos ojos.
El zumbido de tus ventiladores me abstrae y
al fin, al llegar la noche, arrullado como un niño
duermo en tu regazo.
En esta ocasión os presento un pequeño poema que me enamoró desde la primera vez que lo oí. Es obra de Eduardo Galeano y me maravilló por su condensación, por todo lo que dice en tan pocas letras, por lo hondo que llega su mensaje... Espero que lo disfrutéis.
En los suburbios de la Habana, llaman al amigo mi tierra o mi sangre.
En Caracas, el amigo es mi pana o mi llave. Pana por panadería, la fuente del buen pan para las hambres del alma; y llave por... Llave, por llave -me dice mi amigo Benedetti. Y me cuenta que cuando vivía en Buenos Aires, en los tiempos del terror, él llevaba cinco llaves ajenas en su llavero: cinco llaves de cinco casas de cinco amigos; las llaves que lo salvaron.
Eduardo Galeano
El libro de los abrazos