Cuando llega el ocaso y la tarde toca su fincomienza el espectáculo de luces y sombras sobre las paredes de la habitación.
Frente a un arrinconado escritorio, un figura languidece en la penumbra
únicamente iluminada su faz por los destellos de una pantalla.
Maldita computadora que me observa inexpresiva,
fría, aséptica; silenciosa tras el gélido cristal de su mirada...
Cuantas horas rezando frente a tu altar,
cuanta liturgia te rodea, en el día a día de los seres que respiran...
Hipnótico hechizo tu fulgor desprende
Y llega a mis cansados y vidriosos ojos.
El zumbido de tus ventiladores me abstrae y
al fin, al llegar la noche, arrullado como un niño
duermo en tu regazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario