Hace miles de años el planeta Tierra agonizaba. La humanidad en su desprecio por su propio entorno llevaba muchos siglos expoliando las entrañas de la tierra, arrasando con los ecosistemas naturales y destruyendo la vida en los océanos que habían sido envenenados por el continuo vertido de residuos. El deterioro de las condiciones para la subsistencia se había venido produciendo de manera sistemática durante las centurias anteriores y terminó cuando el hombre trató de conquistar el cosmos. Durante sus primeras tentativas su objetivo había sido la exploración con un afán científico. Pero pronto la verdadera naturaleza del hombre salió a la luz y los intereses y la codicia humanas llegaron también al espacio. Fue así como comenzaron los proyectos de explotación mineral en la Luna. Con el pretexto de aminorar la presión sobre nuestro plantea, se decidió explotar el universo para extraer lo necesario. Esto fue el advenimiento del desastre. Como no podía ser de otra manera, la intensidad y velocidad de la explotación acabaron pasando factura en la Luna, lo que la llevó a una rápida decadencia y finalmente a su destrucción. Aquí comenzó el apocalipsis.
El Hombre había traspasado el punto de no retorno y la Tierra convulsionó propiciando la mayor extinción total de toda su historia geológica acabando con toda la vida del planeta.
Primero una lluvia de meteoros, los pedazos de la luna que fueron irremediablemente atraídos por la gravedad del planeta, asoló la Tierra, causando los mayores desastres que el ojo humano había podido observar desde que tuvo conciencia. Espantosos terremotos se sucedieron durante décadas arrasando todos los rincones del orbe. Los volcanes estallaron perforando la corteza terrestre y emitiendo grandes cantidades de gases venenosos, polvo y humo que oscurecieron el cielo privando al plantea de luz solar durante casi un siglo. Esto provocó la consiguiente bajada de temperaturas lo que heló la superficie de la tierra y de los océanos convirtiendo el planeta en una inmensa bola de hielo.
Cuando la nube de polvo y ceniza desapareció, el sol volvió a calentar la superficie planetaria y los mares se descongelaron y las aguas se apoderaron de todo, pues al desaparecer la Luna, también lo hizo su influjo gravitatorio que provocaba las mareas y la estabilidad de los líquidos sobre el planeta. Con su desaparición se extinguieron también las estaciones y el curso natural de las cosas fue alterado para siempre convirtiendo el clima del paneta en una simple alternancia entre un tórrido verano con altísimas temperaturas y un invierno oscuro que sumía al planeta en una noche helada y eterna.
Para aquel entonces, la humanidad había sido extinguida completamente, solo algunas personas sobrevivieron a la debacle; aquellos pioneros que se encontraban en misiones espaciales y pudieron observar como su plantea de origen se convertía en un infierno al que nunca podrían regresar. Y en su fuero interno comenzaron a comprender que serían los últimos especímenes de una especie ya extinta y que languidecerían en el cosmos hasta el día de su muerte y fin.
Una
vez hubo ocurrido esto, el único vestigio que recordaría que una vez existió la
raza humana serían sus creaciones: las máquinas.
Comenzó entonces la
mayor obra de ingeniería jamás imaginada. Desde las estaciones espaciales que
orbitaban alrededor de la Tierra, las máquinas proliferaron y se las ingeniaron
para restaurar un sistema a través del cual garantizar el acceso a las energías
accesibles (solar, térmica, eólica, marina). El objetivo: restaurar el planeta.
Gracias a su autonomía
y resistencia, ya que las máquinas pueden soportar los avatares del extremo
clima y no precisan de las condiciones que la vida requiere para florecer,
algunos androides pudieron descender al planeta y comenzar con los trabajos de
tan ambicioso proyecto.
Lo primero fue
restaurar unas condiciones climáticas que ofreciesen garantías para que la vida
pudiese surgir. Desde el espacio calentaron la superficie del planeta de forma que las grandes masas de hielo
perpetuo en que se habían convertido los océanos, volvieron paulatinamente a su
estado líquido. Esto emitió grandes cantidades de hidrógeno y oxigeno a la los
cielos y poco a poco fue formándose una nueva atmosfera que albergara aire
respirable.
El gran cerebro artificial
controlaba este nuevo sistema en los cielos desde estructuras volantes que
supervisaban el buen funcionamiento del planeta que, para aquel entonces, era
como un inmenso terrario. La vida volvió a florecer y la Tierra parecía
disfrutar de una nueva oportunidad, algo insólito y único en la historia del
universo.
Pasaron las décadas y
poco a poco, a través de la ingeniería genética, las máquinas reconstruyeron
los hábitats del planeta y la vida volvió. Volvieron los peces al mar y las
aves al cielo. Los insectos tomaron las entrañas de la tierra y todo tipo de
animales (diferentes en algunos casos) poblaron la superficie.
Y por los azares del
destino y como quiera que la Historia quiso reescribirse y los homínidos
volvieron a cobrar vida y su proceso evolutivo fue de nuevo recreado y al final
de éste, un nuevo homo sapiens caminó sobre sus pies y exploró el mundo por
segunda vez.
Pero la Historia es
cíclica, como es bien sabido, y tras miles de años el ser humano había repetido la senda que una vez recorrió recayendo en los
errores del pasado ante la impasividad de las máquinas que observaban desde el
cielo.
Fue entonces cuando la
gran inteligencia artificial que gobernaba el sistema desde los cielos cayó en
la cuenta de que si no intercedía, el destino de la Tierra estaría sellado y
llegaría el momento en que la destrucción volviera a sucederse perdiéndose por
tanto el trabajo de miles de años. Así que decidió tomar parte y enviar un
mensajero antes de que fuese demasiado tarde.
La misión de este
mensajero de los cielos no era otra que guiar a los hombres y evitar que la
historia se repitiese avocando el futuro a una irremisible destrucción. Para ello sería necesario un nuevo peldaño
evolutivo: La máquina y el ser biológico se abrazarían en una nueva estirpe que
garantizase la perfecta evolución y
adaptación a los cada vez más cambiantes
entornos. Esta nueva raza estaría perfectamente diseñada para la colonización
espacial y por tanto encontrar una nueva patria entre las lejanas estrellas una
vez que el fin de la Tierra volviese a suceder.
Efectivamente gracias a esta unión, la nueva humanidad estuvo mejor
preparada para abandonar el planeta y continuar su expansión por el espacio.
Fue así como, con el paso de los siglos, el planeta Tierra fue totalmente abandonado y la nueva humanidad comenzó a surcar el cosmos adentrándose cada vez más en sus insondables abismos…
Con esto finalizó la proyección de datos y un sepulcral silencio inundó la sala de control. Pues la tripulación de la Vangarde comenzaba a comprender lo que había sucedido. Y es que ese pequeño planeta que orbita entorno al casi apagado sol del minúsculo sistema en el cuadrante 24 de la octava galaxia conocida del sector 105 no era otro que la Tierra; nuestro hogar original abandonado por la nueva humanidad miles de años atrás. Y seguidamente comprendieron que aquel androide hallado en la superficie había sido el portador de una revelación trascendental para comprender de dónde venimos y posiblemente hacia donde nos dirigimos.
Fin?


