viernes, 23 de octubre de 2020

Fragmento de bitácora espacial V

 

Hace miles de años el planeta Tierra agonizaba. La humanidad en su desprecio por su propio entorno  llevaba muchos siglos expoliando las entrañas de la tierra, arrasando con los ecosistemas naturales y destruyendo la vida en los océanos que habían sido envenenados por el continuo vertido de residuos. El deterioro de las condiciones para la subsistencia se había venido produciendo de manera sistemática durante las centurias anteriores y terminó cuando el hombre trató de conquistar el cosmos. Durante sus primeras tentativas su objetivo había sido la exploración con un afán científico. Pero pronto la verdadera naturaleza del hombre salió a la luz y los intereses y la codicia humanas llegaron también al espacio. Fue así como comenzaron los proyectos de explotación mineral en la Luna. Con el pretexto de aminorar la presión sobre nuestro plantea, se decidió explotar el universo para extraer lo necesario. Esto fue el advenimiento del desastre. Como no podía ser de otra manera, la intensidad y velocidad de la explotación acabaron pasando factura en la Luna, lo que la llevó a una rápida decadencia y finalmente a su destrucción. Aquí comenzó el apocalipsis.                                                                         

El Hombre había  traspasado el punto de no retorno y la Tierra convulsionó propiciando la mayor extinción total de toda su historia geológica acabando con toda la vida del planeta.  

Primero una lluvia de meteoros, los pedazos de la luna que fueron irremediablemente atraídos por la gravedad del planeta, asoló la Tierra, causando los mayores desastres que el ojo humano había podido observar desde que tuvo conciencia. Espantosos terremotos se sucedieron durante décadas arrasando todos los rincones del orbe. Los volcanes estallaron perforando la corteza terrestre y emitiendo grandes cantidades de gases venenosos, polvo y humo que oscurecieron el cielo privando al plantea de luz solar durante casi un siglo. Esto provocó la consiguiente bajada de temperaturas lo que heló la superficie de la tierra y de los océanos convirtiendo el planeta en una inmensa bola de hielo.                  

Cuando la nube de polvo y ceniza desapareció, el sol volvió a calentar la superficie planetaria y los mares se descongelaron y las aguas se apoderaron de todo, pues al desaparecer la Luna, también lo hizo su influjo gravitatorio que provocaba las mareas y la estabilidad de los líquidos sobre el planeta. Con su desaparición se extinguieron también las estaciones y el curso natural de las cosas fue alterado para siempre convirtiendo el clima del paneta en una simple alternancia entre un tórrido verano con altísimas temperaturas y un invierno oscuro que sumía al planeta en una noche helada y eterna.

Para aquel entonces, la humanidad había sido extinguida completamente, solo algunas personas sobrevivieron a la debacle; aquellos pioneros que se encontraban en misiones espaciales y pudieron observar como su plantea de origen se convertía en un infierno al que nunca podrían regresar. Y en su fuero interno comenzaron a comprender que serían los últimos especímenes de una especie ya extinta y que languidecerían en el cosmos hasta el día de su muerte y fin.                                                                                                                                                                                        

Una vez hubo ocurrido esto, el único vestigio que recordaría que una vez existió la raza humana serían sus creaciones: las máquinas.

Comenzó entonces la mayor obra de ingeniería jamás imaginada. Desde las estaciones espaciales que orbitaban alrededor de la Tierra, las máquinas proliferaron y se las ingeniaron para restaurar un sistema a través del cual garantizar el acceso a las energías accesibles (solar, térmica, eólica, marina). El objetivo: restaurar el planeta.

Gracias a su autonomía y resistencia, ya que las máquinas pueden soportar los avatares del extremo clima y no precisan de las condiciones que la vida requiere para florecer, algunos androides pudieron descender al planeta y comenzar con los trabajos de tan ambicioso proyecto.

Lo primero fue restaurar unas condiciones climáticas que ofreciesen garantías para que la vida pudiese surgir. Desde el espacio calentaron la superficie del planeta  de forma que las grandes masas de hielo perpetuo en que se habían convertido los océanos, volvieron paulatinamente a su estado líquido. Esto emitió grandes cantidades de hidrógeno y oxigeno a la los cielos y poco a poco fue formándose una nueva atmosfera que albergara aire respirable.

El gran cerebro artificial controlaba este nuevo sistema en los cielos desde estructuras volantes que supervisaban el buen funcionamiento del planeta que, para aquel entonces, era como un inmenso terrario. La vida volvió a florecer y la Tierra parecía disfrutar de una nueva oportunidad, algo insólito y único en la historia del universo.

Pasaron las décadas y poco a poco, a través de la ingeniería genética, las máquinas reconstruyeron los hábitats del planeta y la vida volvió. Volvieron los peces al mar y las aves al cielo. Los insectos tomaron las entrañas de la tierra y todo tipo de animales (diferentes en algunos casos) poblaron la superficie.

Y por los azares del destino y como quiera que la Historia quiso reescribirse y los homínidos volvieron a cobrar vida y su proceso evolutivo fue de nuevo recreado y al final de éste, un nuevo homo sapiens caminó sobre sus pies y exploró el mundo por segunda vez.

Pero la Historia es cíclica, como es bien sabido, y tras miles de años  el ser humano había repetido  la senda que una vez recorrió recayendo en los errores del pasado ante la impasividad de las máquinas que observaban desde el cielo.

Fue entonces cuando la gran inteligencia artificial que gobernaba el sistema desde los cielos cayó en la cuenta de que si no intercedía, el destino de la Tierra estaría sellado y llegaría el momento en que la destrucción volviera a sucederse perdiéndose por tanto el trabajo de miles de años. Así que decidió tomar parte y enviar un mensajero antes de que fuese demasiado tarde.

La misión de este mensajero de los cielos no era otra que guiar a los hombres y evitar que la historia se repitiese avocando el futuro a una irremisible destrucción.  Para ello sería necesario un nuevo peldaño evolutivo: La máquina y el ser biológico se abrazarían en una nueva estirpe que garantizase la perfecta evolución  y adaptación  a los cada vez más cambiantes entornos. Esta nueva raza estaría perfectamente diseñada para la colonización espacial y por tanto encontrar una nueva patria entre las lejanas estrellas una vez que el fin de la Tierra volviese a suceder.                                                                                                                                                      Efectivamente gracias a esta unión, la nueva humanidad estuvo mejor preparada para abandonar el planeta y continuar su expansión por el espacio.

Fue así como, con el paso de los siglos, el planeta Tierra fue totalmente abandonado y la nueva humanidad comenzó a surcar el cosmos adentrándose cada vez más en sus insondables abismos…


Con esto finalizó la proyección de datos y un sepulcral silencio inundó la sala de control. Pues la tripulación de la Vangarde comenzaba a comprender lo que había sucedido. Y es que ese pequeño planeta que orbita entorno al casi apagado sol del minúsculo sistema en el cuadrante 24 de la octava galaxia conocida del sector 105 no era otro que la Tierra; nuestro hogar original abandonado por la nueva humanidad miles de años atrás. Y seguidamente comprendieron que aquel androide hallado en la superficie había sido el portador de una revelación trascendental para comprender de dónde venimos y posiblemente hacia donde nos dirigimos.


Fin?

jueves, 15 de octubre de 2020

Fragmentos de bitácora espacial IV

 

Los operarios del laboratorio continuaron examinando la cabeza del androide durante un buen rato intentando encontrar más pistas acerca de su origen y procedencia. Y lo consiguieron.
Mientras manipulaban la superficie del objeto algo pareció ceder y hendirse un poco sobre la superficie en la parte posterior del supuesto cráneo. Seguidamente una pequeña portezuela se abrió donde hubiera estado la nuca de un ser humano. Con sumo cuidado uno de los operarios se acercó para observar mejor y con gran sobresalto y asombro todos pudieron observar como de la ranura emergía un pequeño objeto. Una especie de cartucho de algún material sintético que empleaban nuestros antepasados y que dejó de utilizarse hace miles de años. Tras consultar en las bases de datos concluyeron que efectivamente era un material de tipo plástico. Una envoltura  a decir verdad, pues dentro de la carcasa se hacía evidente la presencia de otra pieza. Prosiguiendo con el examen llegaron a la conclusión de que aquello debía ser una especie de dispositivo de almacenamiento de memoria de la máquina, y por tanto si se conseguía acceder a esa información, podría obtenerse  de primera mano un testimonio del más lejano y remoto pasado. Un hallazgo de incalculable valor y ante el que se abrían una cantidad de posibilidades de recabar datos e información útiles y por ende, las esperanzas  de localizar un nuevo destino para nuestra especie; un lugar donde comenzar de nuevo y concluir al fin con las misiones en que la humanidad se encontraba inmersa desde hacía siglos. 

La información contendía en el cartucho fue enviada al laboratorio de tratamiento de datos para su transcripción, pues en el remoto pasado la humanidad utilizaba unos lenguajes muy primitivos para comunicarse con sus máquinas y programarlas para la ejecución de órdenes sencillas. Hacía mucho que estos lenguajes habían sido olvidados y solo algunos expertos en las antiguas civilizaciones poseían los conocimientos necesarios para su interpretación. Es por esto que la tarea iba a ser presumiblemente complicada.

 Al cabo de algunas horas que parecieron interminables la transcripción estaba completa. Tras el análisis y reinterpretación de los datos obtenidos, el experto en comunicaciones de la Vangarde había preparado un dossier virtual para compilar y exponer los  resultados de una manera sintética y utilitaria, pues el sistema de almacenamiento  poseía grandes cantidades de información superflua y referente al mantenimiento del propio sistema del androide.

Toda la tripulación de la Vangarde se dio cita en el puesto de control y se dispuso en alrededor del proyector de datos. Una especie de pantalla en el suelo de la que manaban haces de luz y que se empleaba para todo tipo de utilidades relacionadas con la comunicación.


La luz se volvió más intensa y una voz comenzó a sonar…


Continuará...

viernes, 2 de octubre de 2020

Fragmentos de bitácora espacial III

 Una vez de vuelta en la Vangarde la valiosa carga fue entregada al equipo de análisis para su desinfección y posterior examen, mientras nuestra expedicionaria hacía lo propio cumpliendo con los estrictos protocolos a realizar tras una estancia fuera de la nave. 

Registro de archivo de laboratorio de nave sonda Vangarde.                                                                                                                            

Comenzamos el análisis exterior de la muestra recogida en la superficie del  planeta del primer sistema  del cuadrante 24 de la octava galaxia conocida del sector 105.

Nos encontramos ante los restos desgastados por la fuerte erosión de lo que debió ser una estructura de forma ovalada y de algún material metálico que analizaremos en la siguiente fase del estudio. Toda la superficie del objeto está muy deteriorada y recubierta parcialmente de una capa de una costra rojiza y dura que bien pudiera ser óxido ferroso. También esto lo comprobaremos mediante su cotejo con las muestras recogidas en superficie para el análisis de sus componentes.                                                                                                                              

 Procedemos a rascar un poco esta costra para recoger muestras para el cotejo. Parece que no se aferran  con demasiada intensidad. Procedemos. Tras a extracción de muestras de la capa de costra superficial, podemos apreciar que la superficie del objeto es indudablemente metálica y parece tratarse de una especie de placa electrónica y una especie de cableado muy fino que se desprende de ella. Procedemos a la eliminación de la capa superficial para el posterior examen minucioso del objeto. 

Cuatro horas después toda la Vangarde bullía de actividad. Desde el puesto de control y comunicaciones la pareja de operarios danzaban en un incesante baile de conexiones a la estación Eureka 2 y a otras a las que la señal tardaría varios meses en llegar debido a las abismales distancias que las separaban. El resto de la tripulación se apiñaba frente a la mampara trasparente que permitía la observación del interior del laboratorio donde la eliminación de la capa superficial que recubría al objeto acababa de ser completada y había revelado un sorprendente descubrimiento.

En el centro de la mesa de laboratorio se encontraba el extraño objeto. Se podía apreciar a simple vista que en un tiempo incalculablemente remoto, aquello había sido una cabeza humanoide. Más concretamente la cabeza metálica  de algún tipo de arcaico androide que pretendía simular la apariencia humana. Las huecas cuencas oculares parecían querer en su negrura transportar a los presentes a insondables y remotos misterios de tiempos ya olvidados. Por boca tan solo se apreciaba una ranura también hueca que en su día debió alojar algún tipo de sistema de emisión sonora sin duda muy rudimentario. Del mismo modo en donde deberían hallarse las orejas se observaban dos orificios muy toscos. Todo esto llevó en una segunda instancia a pensar que probablemente el androide hubiera estado en sus momentos de operatividad, recubierto de algún tipo de material que ayudase a darle una apariencia más humana a la máquina. Aunque esto son solo conjeturas pues todo parece indicar que la civilización que la construyó lo hizo en un estadio tecnológico bastante primitivo. 
De hecho, nadie en la Vangarde había visto nunca un androide. Y esto es porque aquellas máquinas, como tantas otras, pertenecían a un mundo, o mejor dicho un tiempo cercano a la mitología. Eran artefactos de un pasado remoto que se remontaba a los albores de la civilización humana. Por supuesto que quedaban algunos archivos que nos hablan de estos seres, pero son escasos y antiquísimos y desde luego, muy posteriores al desastre de la estación espacial Alejandría donde se habían conservado los archivos planetarios de la Tierra durante los primeros siglos tras su destrucción, y todo esto ocurrió hace más de diez mil años.

Continuará...